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TRUE DETECTIVE: El infierno son los otros

Publicado por: Vic y Alexander Bukarov

Rust Cohle tiene un espejo del tamaño de un botón. Exceptuando un crucifijo que cuelga sobre la cama es el único detalle decorativo del apartamento. La “cama” es un colchón tirado sobre el suelo, ni rastro del somier. Un par de sillas de playa y una cafetera completan el mobiliario.

Rust Cohle se define a sí mismo como nihilista, aunque en términos prácticos admite ser un realista. La sobriedad de la habitación le emparenta en todo caso con los cínicos.

El detective Hart se acerca a la pared donde está incrustado el espejo, afina la linea que separa sus párpados como si mirara directamente un eclipse de sol. La pupila vidriosa le devuelve un guiño burlón.

-¿Se supone que con esta cosa puedes verte los dos ojos?-

(…)

Es arriesgado reseñar una serie cuya primera temporada aún no ha terminado de emitirse, pero habiendo superado ampliamente su ecuador (seís capítulos de ocho previstos) True Detective nos ha ofrecido más profundidad que la mayoría de ficciones en todo su recorrido televisivo. Por ello, y por el revuelo que está provocando  en webs especializadas y espectadores por igual (Freakasados incluidos) Alexander Bukarov y Vic se atreven a ofrecernos un análisis personalísimo de esta Obra de HBO.

Digámoslo ya para quitárnoslo de en medio;True Detective es una serie compleja. No es un producto de sobremesa y en España ni siquiera lo sería de prime time. Es una serie para un público adulto, concebida para disfrutarse en la medianoche y a ser posible en soledad. Es la serie perfecta para yonkis noctámbulos, rebosante de referencias que se van dejando caer en diálogos y escenarios de manera aparentemente inocua, pero que una vez analizadas, desmenuzadas, y puestas en relación nos revelan detalles ocultos de la trama. Y es una serie que no va hacer concesiones al espectador. Ninguna.

El punto de partida del eterno retorno

True Detective es en esencia un relato de intriga policial, el testimonio de dos detectives que investigan varios asesinatos durante un periodo de casi dos décadas. Por lo tanto si habláramos de géneros podríamos clasificarla en el policiaco o en el thriller, pero nos quedaríamos cortos. True Detective es mucho más. Está salpicada de elementos propios del terror. De un terror sutil, atmosférico, opresivo, que utiliza la sugerencia más que la exhibición. Además hay pinceladas de costumbrismo que la revisten de una autenticidad ausente en la mayoría de los procedurals que aparecen en televisión. Y es una buddy movie muy singular, fundamentada en la relación abrasiva y retorcida entre sus protagonistas. A día de hoy lo único que tengo claro es que no es una comedia. Si exceptuamos alguna frase aislada de humor corrosivo al estilo de John Carlin (ese momento; “Significa que no se me dan bien las fiestas”).

Dejando a un lado el apartado visual que merecería un artículo propio (¡ese plano secuencia del capítulo cuarto!) a nivel narrativo True Detective no es revolucionaria en las técnicas empleadas pero sí que es endiabladamente inteligente. Nic Pizzolato desempolva ciertas herramientas muy efectivas que no suelen utilizarse en la pequeña pantalla y que contribuyen a elevar la calidad varios enteros; unreliable narrator, doble punto de vista, elipsis temporales, autorreferencias y mi favorita; invitar directamente al telespectador a que levante el culo del sillón y vaya a comprarse ciertos libros si quiere comprender lo que está pasando. Haciendo un uso magistral de todos los recursos narrativos a su disposición y respetando las reglas esenciales de cada uno de los géneros mencionados se levanta el sólido andamiaje del éxito al estilo de películas como Silence of The Lambs.

Imagino la adolescencia de los creadores, el mencionado Pizzolato y Cary Fukunaga, pasando incontables horas recostados en el sofá de sus casas perdiéndose unas cuantas fiestas, absorbiendo historias en novelas manoseadas y VHS prestados, fisgoneando detrás del telón de cientos de fábulas hasta desentrañar los mecanismos emocionales de cada género.

Los personajes

True Detective es ante todo una serie de personajes. No queremos minusvalorar la trama o su importancia, pero no hay duda que son los dos personajes principales los ejes sobre los que gira la serie. Ellos son los detectives Martin Hart (Woody Harrelson) y Rustin Cohle (Matthew McConaughey). Hemos visto a lo largo de los años muchas parejas policiacas en la pequeña pantalla, y algunas de ellas han marcado en pequeña o en gran medida a los espectadores: Starsky y Hutch, Mullder y Scully, o más recientemente Linden y Holder de The Killing. Pero en True Detective, Hart y Cohle van un paso más allá gracias especialmente a sus particulares personalidades. Y por supuesto a la labor de esos dos actorazos.

Lo primero que vemos de Martin Hart es que es un tipo familiar, con esposa y dos hijas, y bastante cumplidor en el trabajo. Respetado por sus compañeros y considerado una voz importante dentro del departamento (a diferencia de su compañero Cohle). Pero tras unos minutos ya podemos apreciar que la vida de Hart es bastante menos edulcorada de lo que aparenta. A causa de una amante bastantes años más joven que él, su matrimonio, y con él su vida, va cayendo en picado tras el paso del tiempo y de los capítulos. Y su relación con Cohle no ayuda en nada en esta caída. Desde el principio vemos que ambos detectives no son amigos, no se llevan muy bien. Es cierto que hay acercamientos entre ambos lejos del trabajo, pero el carácter de Cohle hace difícil la amistad.

Hart es una persona que no sabe lo que quiere, cree que lo tiene todo, una vida perfecta, un buen trabajo… pero ni sabe apreciarlo ni sabe mantenerlo. Como bien dice su esposa pasado el tiempo, Hart ni siquiera se conoce a sí mismo.

Por el contrario Rustin Cohle sabe muy bien quién es y lo que busca. Desde el primer momento vemos que Rust es un personaje peculiar, con unos métodos muy poco ortodoxos tanto en el trabajo como en su forma de ser. Su pasado trabajando como infiltrado varios años en narcóticos le han dejado una huella muy profunda. Padece alucinaciones estando consciente (trasladadas fantásticamente al espectador con imágenes casi oníricas). Tiene una filosofía de vida completamente negativa y cínica, contrastando frontalmente con la aparente positividad de su colega Hart. Además es un foráneo de Luisiana, estado donde se desarrolla la trama, y su visión choca de forma drástica con el estilo de aquel estado (para los poco conocedores de los estados americanos, Luisiana podría entrar dentro de lo que solemos llamar “la América profunda”).

Odiado por sus compañeros, pero a la vez necesitado por ellos mismo, especialmente en los interrogatorios, donde su forma de pensar y actuar lo hace perfecto para penetrar en las mentes de los interrogados. Es un gran ejemplo de como es Rust, un tipo con el que rara vez te irías a tomar una cerveza pero que llegado el momento adecuado, te sería de mucha ayuda.

Observando fuera de la circunferencia 

True Detective es un juego de espejos. Al igual que en un examen sorpresa, cuando llega el momento de responder a los numerosos interrogantes planteados vamos echando mano de lo que conocemos, de lo que hemos leído, de lo que nos han chivado. Completamos las piezas del rompecabezas con nuestras propias referencias. True Detective será lo que  quieras que sea.

Ha habido quién ha querido ver influencias lovecraftianas en la serie, otros paralelismos con el existencialismo de El Club de la Lucha y supongo que en cada recodo de la web se están desgranando otras tantas conexiones. Por el momento la única vinculación que he apreciado con el genio de Providence ha sido a través de las imágenes decadentes y ceremoniales tan explotadas por su maestro Machen (autor de la magistral “The Great God Pan”) y como no de su admirado Robert W. Chambers cuyo “King in Yellow” sin duda vivirá una segunda juventud gracias a esta serie.

Personálmente, True Detective me hace evocar Mississippi Burning. Más allá de la coincidencia geográfica Cohle y Hart me recuerdan a esos soberbios Hackman y Defoe. Dos hombres unidos por una placa y un obstinado sentido de la justicia a los que separa prácticamente todo lo demás; educación, experiencias, edad, metodología, pero que desarrollan una relación de confianza esencial para salvar el cuello en tierra hostil. A nadie le gusta que la policía husmee en su patio trasero pero menos aún en este Sur en tantos aspectos todavía irredento.

Sus detractores dirán que no hay profundidad narrativa sino falsa complejidad, que detrás de los densos monólogos de Cohle sólo hay humo. Veremos si al final de la temporada todas las piezas encajan y las expectativas levantadas son satisfechas. Por nuestra parte Alexander Bukarov sólo quiere una respuesta a esta pregunta ¿quién, Hart o Cohle, es el True detective del título?

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